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Carta dirigida por D. Juan De Dios González Carral al Diario Jaén en 1950

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El Templo Parroquial de Castellar

Carta dirigida al diario "Jaén", el mes de octubre de 1950

por Don Juan de Dios González Carral.  Fotos archivo

Fotografía de principios del siglo XX de la puerta principal, de estilo dórico romano, construida a la vez que el crucero al finalizar el siglo XVI, que  muestra en su ángulo superior derecho el contraste de alturas entre nave y crucero, que expone Don Juan en el presente documento. (foto cortesía de don Antonio Robledo Morales de su libro "150 años de Historia de Castellar") 

En algunas calles del Norte de esta villa resonó gran estruendo a las diez de la noche del día 7 de este mes de Octubre; los vecinos, salieron alarmados de sus casas para enterarse de la causa originaria de lo que habían oído y pronto la supieron; a la mañana siguiente se vio que tres vigas de una de las naves laterales del templo se habían hundido y con ellas la parte de tejado que soportaban.

Es el tercer caso de esta índole que se ha producido en aquel edificio durante los dos últimos años. Este suceso me impulsa a publicar sucintamente la historia de esta construcción por si el conocimiento de ellos sirviere para estimular y convencer a  quienes por su elevada representación política o influencia pueden evitar que este edificio quede reducido en pocos años a un montón de escombros.

Según nos dice la CRÓNICA DEL SANTO REY en su capítulo XIII, hacia el año 1225 sacó su hueste y entró por tierra de moros el Rey Fer­nando III, conquistando sucesivamente los pueblos de Iznatoraf, Sorihuela, Chiclana, Santistebán, y otro que lindaba con todos ellos por estar en medio, que entonces se llamaba Torre Albet, sin duda por que fue dominio  de la esclarecida familia que lleva­ba asta nombre.

Inmediatamente que cayó en poder de los cristianos, fue cambiado aquel nombre por «El Castellar», el que acaso se eligió para expresar su sistema de edificación defensivo, que estaba formado por tres castillos o torres aisladas defensoras de los flancos Sur, Este y Oeste, ya que el Norte es una ladera muy pronunciada que constituye una defensa natural. Del castillo situado en el altozano quedaban los restos hace pocos años y hemos visto también la galería subterránea de escape que salía al campo, a más de un centenar de metros de distancia del edificio, no podemos precisar el sitio que ocupaba el castillo del Sur, porque al extenderse el pueblo en esta sentido lo hizo desaparecer. La defensa del Oeste estaba formada por un patio amurallado  de forma rectangular. de 15 x 30 metros aproximadamente y de una torre destacada del muro del Oeste, al que dividía en dos orejones iguales y en el del          Sur se observa todavía el recuadro decorativo árabe de la portada, muy erosionada por el tiempo, en el que existe tabicada, la antigua puerta de pequeñas dimensiones que daba acceso al patio de armas  a modo de poterna. Un estudio arqueológico de las bóvedas y escaleras da la torra, conduce a la suposición de que este edificio fuera construido por el muladí Omar ben Ha£sum, durante su dominio de esta región  en el siglo X, o por los árabes que le arrebataron  esta posesión en el mismo siglo.

La exaltación religiosa que sucedía a la liberación da las pueblos por los cristianos, era la expresión natural contra la opresión mantenida durante varios siglos por los invasores de distinta raza y credo que los oprimidos. Las necesidades de los pueblos eran muy limitadas y antes de atender a las de carácter cívico comunal se resolvían las religiosas, reparando y reconstruyendo sus templos o edificándolos de nueva planta; pero corno las arcas del Estada estaban exhaustas, como consecuencia de los enormes gastos que ocasionaba la prolongada reconquista se reformaba o utilizaba en muchos casos alguna edificación que a poco a poco pudiera convertirse en templo dedicado al culto divino. En El Castellar se dio uno de estos casos: La torre árabe de la fortificación descrita, fue despojada de sus almenas, sus muros se elevaron cinco metros sobre su anterior altura para dejar en ellos ventanales que habían de alojar las campanas, que serían en  lo sucesivo pregoneras transmisoras por medio de sus rígidas lenguas, de duelos o alegrías del vecindario.

El patio contiguo se dividió a 1o largo en tres partes por medio de dos series de   arcos ojivales apoyados sobra columnas de fuste octagonal, matados con capiteles en los que se emplearon distintos elementos decorativos en cada uno de  ellos.  Este conjunto fue cubierto con un tejado que se apoyó sobre las paredes que formaban el patio y sobre los arcos.

Con tan escaso coste se consiguió transformar a fines del siglo XIII una vieja construcción militar árabe, en una iglesia cristiana. Tres siglos después El Castellar contaba con  2.500 habitantes aproximadamente y los 450 metros cuadrados de superficie que tenía el templo eran  insuficientes para contener a los fieles que a él concurrían y hubo que ampliarlo, agregándole hacia el saliente un nuevo 1oca1 de unos 180metros cua­drados a modo de crucero; pero fue tan desproporcionada esta obra con relación a la que entonces  había, que  elevó sobre ella unos 10 metros, por término medio, y aún superó la altura de la torre en más de 3 metros, produciendo una desagradable perspectiva.

El muro divisor de ambos locales fue sustituido por tres grandes arcos que los ponían en comunicación, y sobra ellos se construyó una pared ciega de unos 12 metros de altura, cuya enorme carga debía producir desperfectos que enseguida se vieron; se agrietaron los muros presentando grandes fisuras de arriba a abajo, y perdieron su dirección vertical. No se ha hecho ningún estudio de estabilidad y resistencia del conjunto de los arcos mencionados y del muro que sostienen; pero es de supo­ner, que falsearan los cimientos por excesiva pre­sión, aunque las pilastras y los estribos que soportan los arcos tienen gran superficie de apoyo.

Cualquiera que examine el techo del crucero, aunque no sea profesional de la construcción, observará que la gran bóveda elíptica que existe por debajo del tejado, está desprendida del muro del Oeste, lo que demuestra que esta pared se ha inclinado hacia afuera, ya que la bóveda sigue apoyada sobre los otros tres muros, y para evitar el aumento de estos desperfectos, se construyeron, no sabemos cuando, sobre las fachadas del antiguo edificio, dos muros a modo de contrafuertes, con más de cinco metros de altura; pero por entre esos dos sostenes, el tiempo continuó su acción demoledora y  los grandes temporales del año 1926 produjeron el derrumbamiento de  varios metros cúbicos de pared sobre el tejado de la nave lateral del sur, rompiendo al caer dos grandes vigas y la techumbre que soportaban.

La reparación urgentísima no podía aplazarse y cl Ayuntamiento sufragó los gastos que se ocasionaron, sin pedir ni esperar el auxilio del Estado, que podía llegar cuando ya se hubiese producido el total derrumbamiento de aquella parte del edificio. Con aquel motivo se revisó la cubierta que tiene un, difícil acceso pore1  exterior y pudo comprobarse que la viga da madera de gran sección que apoyaba uno de sus extremos en el ángulo suroeste estaba desprendida del mismo, habiendo sido preciso apoyarla sobre otra que se atravesó encima de los muros de dicho ángulo. El resto de esa misma cubierta está en iguales condiciones de  inseguridad.

No habrá quizá en la provincia de Jaén ningún edificio que acumule tatos valores como los que adornan el templo parroquial de El Castellar cuyo grupo de edificaciones simboliza un largo período de la Historia Patria; su torre árabe es el símbolo de la fuerza del invasor que domina y oprime al vencido; sus naves ojivales representan la fuerza de la fe, que se alza arrolladora y expulsa a los opresores de sus más fuertes reductos.

La puerta principal de estilo dórico romano, construida a la vez que el crucero al finalizar al siglo XVI, es un bello ejemplo de la introducción en España de las formas clásicas antiguas de la composición arquitectónica de aquella época, de gran esplendor artístico.

Podría ampliarse los datos demostrativos de que este edificio debe considerarse, por lo menos,  como monumento provincial, por sus valores históricos, por su antigüedad, que alcanza tiempos tan remotos como otros qué están considerados por su vejez dignos de ser conservados y porque de él se deriva el nombre de este pueblo de la provincia.

Para los que aquí vivimos tiene un valor mucho más elevado, allí recibieron los Sacramentos nuestras generaciones sucesivas de ascendientes de siete  siglos, allí ofrecieron sus oraciones a Nuestro Señor, allí se reunieron en horas da adversidad, en rogativas a Dios para que remediara sus males y en días venturosos ata acción de gracias por los dones recibidos y debajo de su pavimento y de la tierra de su contiguo huerto, que fue Campo Santo, los cuerpos convertidos en polvo de millares de aquellos fieles, esperan que llegue el último día para levantarse a gozar la vida eterna prometida.

Además de estos valores históricos y espirituales, tiene el edificio otro material que no es despreciable, y si se aplaza la reparación y la reforma, que debe hacerse protesto, es muy probable que en cualquier invierno de abundantes lluvias, se derrumben, el tejado del crucero y la totalidad de su muro del   Oeste, en el que su caída además de destrozar la  techumbre de su antiguo templo, podría hundir la arquería ojival, que se conserva actualmente en  perfecto estado y representa una de las construcciones más puras de ese estilo en el siglo XIII; las pérdidas serían cuantiosas.

Durante los últimos diez años, todos los edificios parroquiales de esta Diócesis de Jaén, han sido reparados o reconstruidos, según sus necesidades, menos el de Castellar, a pesar de que hace ocho años se cerró al culto como consecuencia de su estado ruinoso y desde entonces todos los actos y ceremonias religiosas se celebran en una capilla de fundación particular, que tiene una superficie de 350 metros cuadrados, en los que están incluirlos la extensión que ocupa al coro, y como el censo de población es de unos 7500 habitantes, resulta que para cada 22, de ellos, corresponde un metro cuadrado de extensión en su iglesia Es muy lamen­table que de los doce millones de pesetas que se han invertido en la diócesis para esta clases de obras, no haya correspondido ninguna cantidad para la reparación de este Templo, aunque dudamos que todos los de la provincia estuvieran en peores condiciones de seguridad que el nuestro y más deficientemente sustituidos.

No es nuestro propósito culpar a nadie de la lenta tramitación del expediente del año 1943 para la ejecución de las obras de que venimos ocupándonos y como dicho documento es ya el único de esta clase que queda sin resolver en la provincia, tenemos la esperanza de que a lo más en el año venidero, veremos el comienzo da las obras que tantos quebrantos pueden evitar.

Juan de Dios González Carral

Octubre de 1950 

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